Por: Analucina Garza
La cobertura del primer mexicano ejecutado en la silla eléctrica, desde la reinstalación de la pena de muerte de 1974 de Estados Unidos; la primicia de una secta religiosa en Venado con 30 personas intoxicadas; y la última gira de Colosio en San Luis Potosí, tienen algo en común: la misma pluma, la de Martha Eugenia Ortiz Ramírez Elizondo, quien reescribió el periodismo potosino en la década de los 90.
Martha llegó al café de El Péndulo de la colonia Condesa en la Ciudad de México a las 12 en punto. Justo a la hora que habíamos acordado, me mandó un mensaje para confirmar y me indicó que iba vestida con una blusa naranja.
Fue fácil reconocerla, su amabilidad fue la carta de presentación a la fama que le precedía. Pese a tener más de 20 años de no vivir en San Luis Potosí, su trayectoria en medios como El Universal, donde trabajó por 25 años, y el haber impulsado el área de asuntos especiales de Pulso Diario de San Luis la mantienen vigente en el ámbito.
Al sentarse en una de las mesas de la terraza, entre la música de fondo de cafetería y los ruidos del tráfico, comenzó a hablarme de Salvador Nava y de José Saramago. Dice que los verdaderos cambios sociales comienzan con un líder, y lo relaciona con el contexto actual en el país, la vida política y el periodismo, donde, considera, hacen falta dirigentes.
Martha nació en Sonora y por el trabajo de su papá vivió en varios estados de la República, entre ellos San Luis Potosí, donde estudió el último año de preparatoria y al término decidió estudiar periodismo en la Universidad Autónoma de Guadalajara. De este tiempo recuerda la frase de uno de sus maestros:
“Si la gente supiera el trabajo que se hace para hacer un periódico, lo leerían de rodillas”.
En referencia a lo que se requiere para elaborar un periódico; desde el diseño, maquetación, el trabajo de editores y reporteros.
Al terminar su carrera trabajó en relaciones públicas y fue en el diario de El Sol de San Luis, donde comenzó a ejercer el periodismo como tal, dos años después comenzó a trabajar en el área de Asuntos Especiales de Pulso, donde formó su equipo de trabajo con Adriana Ochoa, Juan Antonio González, Yolanda Uresti y Antonio Meza.
“Éramos un equipo bastante sólido, con muchas ideas, yo pienso que el periodismo es de dos cosas: tener ideas y tener curiosidad. La curiosidad es lo que ha movido al mundo”.
Al comenzar su labor, afirma, nunca tuvo problemas por cuestiones de género. Dice que recuerda a otras mujeres periodistas, principalmente en fuentes como iglesia, cultura y sociales.
“Éramos muchas menos en política y temas duros, a la mujer no se le veía tanto en el periodismo”.
Incluso, en una ocasión se enfrentó al cuestionamiento de uno de sus editores que consideraba que estaba “de paso”, hasta que reconoció su labor y compromiso.
“Me reconoció mi editor, tiempo después, mi labor. Me dijo que pensaba que estaba en el periodismo resolviendo problemas existenciales. Nunca he hecho eso, tratar de encontrarme. En ese momento me dio mucha risa.”
Algunas de sus coberturas destacadas fueron sobre la lucha para evitar que mandaran al potosino Ramón Montoya Facundo a la silla eléctrica, lo que, pese a las intervenciones de las autoridades mexicanas, no se logró. En esta extensa cobertura, Martha viajó a Texas para darle cobertura a los últimos días de Montoya Facundo, así como a la difusión de las cartas del gobernador Teófilo Torres Corzo con la gobernadora de Texas, Ann Richards; y el cónsul de México en Texas, Francisco González de Cossio; entre otros actores.
“¡Que Dios los ayude!, ¡Ya estamos!” se leen las últimas palabras de Montoya en la crónica “Montoya, ejecutado”, del 25 de marzo de 1993 en el periódico Pulso, disponible en la hemeroteca de San Luis Potosí.
“Nos aventamos unos 8 meses de seguimiento hasta que lo cambiaron a la prisión donde lo iban a ejecutar. Tanto escándalo hicimos que hasta el Papa abogó por el mexicano. Se convirtió en un escándalo internacional”, recuerda la periodista
María Luisa Paulin, directora del medio digital Código San Luis, recuerda el tiempo en el que trabajó con Martha y señaló que esta cobertura especial “hizo llorar al país”.
Otra cobertura difícil de cubrir, cuenta Martha, fue el 31 de diciembre de 1991, cuando un grupo religioso de 30 personas en El Charquillo, Venado, se intoxicó con gas y confundió los síntomas con alguna especie de experiencia religiosa.
“Escuché por teléfono a un funcionario con el presidente municipal hablar del incidente y llegué corriendo a Pulso para ir con chofer y camarógrafo. Yo ni siquiera sabía, y estaba haciendo un friazo".
Llegue a buscar al presidente municipal para preguntar por los intoxicados y me señala unas camionetas y me dice: ¿ve esas camionetas?, ahí están los muertos. Y yo me quedó como de:“¿cuáles muertos?”
Yo nunca había visto muertos, en serio, ni en mi familia. Nos señaló un poblado de unas 15 casas, nos acercamos y le dije al Colorín (así le decíamos al fotógrafo): ‘bájese primero y vea’.
“Yo sabía que tarde o temprano me iba a bajar. Fuimos los primeros que llegamos y había un montón de gente muerta. Fueron ellos a un evento religioso. Se veía el chorrito de sangre, esas cosas…”
María Luisa Paulín, por su parte, ve una transición entre el periodista formado en la calle al periodismo universitario.
“Vimos este cambio entre quienes se formaron en la calle, empezando por la policiaca, todos, sin excepción; a un reportero que construía las notas desde la universidad. Hubo cierta resistencia, los periodistas más experimentados te decían que un reportero se hace en la calle, que qué te van a enseñar en la universidad, que vayas a cubrir un muerto, un accidente".
"Ella (Martha) fue una parte fundamental en la profesionalización de los que nos dedicamos a esto, también inaugura una columna política muy estilosa, era muy descriptiva. Recuerdo cuando cubrimos la llegada de Colosio y ella fue la única que describió exactamente cómo iba vestido Luis Donaldo, lo detalló todo. Días después le cambian el look, le quitan los chinos y, bueno, después ocurrió la tragedia que todos conocemos".
"Encontró cierta resistencia en el sector privado acostumbrado a otro tipo de manejo y, bueno, la columna En Exclusiva, era el referente para toda la comunidad para trabajar en la semana. Ha sido una gran maestra, compañera y amiga”.
Una tarde no es suficiente para que nos hable de todas las historias que ha contado, para conocer a fondo sus investigaciones, las anécdotas que ha pasado entre funcionarios públicos y medios, las recomendaciones que tiene para quienes van comenzando en el periodismo, los proyectos que tiene para el futuro.
25 años no se cuentan tan fácil. “Deberías escribir un libro”, le han dicho sus amistades. Coincido.
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