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  • Foto del escritorLa Rata

“Luchas ejemplares, derechos de las mujeres indígenas en México”




Por: Marite Hernández Correa.


Nuestras luchas son por la dignidad de todas, todos y todes.

Por la naturaleza, por la justicia, por la paz.


En una realidad social de violencias sistemáticas a los derechos humanos, estamos obligadas y obligados a seguir levantando la voz. Develar la desigualdad y pobreza que vive un gran sector de la población, pero especialmente las mujeres y los pueblos indígenas en nuestro estado y en todo México.


No ha sido posible consolidar un diálogo e interlocución con las instituciones del Estado que conlleve a un verdadero entendimiento y acción con respecto a las enormes deudas históricas y reparación del daño, o al menos algunos de ellos.


Una de esas ausencias sociales y políticas son la construcción de un suelo parejo para los pueblos indígenas y, de manera situada y prioritaria, los derechos de las mujeres originarias.

Aún vivimos en una sociedad racista y clasista que se ha empecinado en invisibilizar la enorme riqueza cultural, social, jurídica, política y económica que representan los pueblos originarios.


No debemos normalizar la deuda histórica que tenemos con los pueblos, y más con las mujeres indígenas, niñas y adolescentes, pues sabemos que ellas viven triples opresiones, discriminaciones y violencias; por ser mujeres, indígenas y pobres.


Cuando hablo de estas condiciones, me refiero a la pobreza, a la desigualdad que han vivido y siguen viviendo por las condiciones de despojo a sus tierras, territorios, recursos naturales, organización social, cultural, política y jurídica.


También, la falta de reconocimiento pleno a su libre determinación y autonomía, buscando someterlas a las políticas de estado, que tienden a ser asimilacionistas y genocidas.


Sabemos que históricamente han sido las mujeres indígenas quienes han cargado con todo este desmantelamiento de sus culturas, pero al mismo tiempo han sido ellas las referentes de luchas, quienes han levantado la voz, han puesto sus inteligencias, sabidurías y cuerpos para enfrentar las injusticias y maltratos de los que han sido sujetas.


Muchas han perdido sus vidas, por eso es tiempo de reconocer los aportes de todos los movimientos sociales en busca de transformación y un cambio cultural, justo y humano. Ellas son ejemplo de luchas y enterezas, organización y rebeldía.


Nos han enseñado la importancia de combatir juntas, reivindicar los derechos de todas las mujeres y grupos olvidados, pues sabemos que las discriminaciones y opresiones las padecemos todas de manera interseccional al enfrentarnos y vivir en un sistema machista.


Parte del recorrido de las luchas de las mujeres contra las violencias fue la Ley Revolucionaria de las Mujeres. Estos procesos son complejos, pero los podemos sintetizar, sin trivializar, pensando y reconociendo hoy las aportaciones del Movimiento Zapatista de Liberación en Chiapas (EZLN), que surgió en 1994 sacudiendo las buenas conciencias de no saberse habitando un mundo diverso y multicultural.


El EZLN llegó como una lucha urgente y anhelada por distintos sectores que desde los 70’s cuestionaban el autoritarismo de estado, la falta de democracia y la enorme corrupción en las cúpulas gobernantes.


Uno de los aportes recientes, de finales del siglo XX, de las luchas de las mujeres indígenas al mundo mestizo, eurocéntrico, es la Ley Revolucionaria de las mujeres, de 1993. En ella son las mujeres indígenas quienes ponen al centro el asunto de las múltiples violencias que padecen.


Es una ley paradigmática, pues enviste de manera directa la estructura patriarcal que hemos padecido las mujeres. Cuestiona el estado de cosas que ha prevalecido en torno a la sumisión y la inferioridad nuestra.


De manera valiente y decidida, ellas gritaron al sistema patriarcal: ¡Basta! Las mujeres indígenas queremos que no nos obliguen a casarnos con quien no deseamos, tener los hijos que decidamos y podamos cuidar, tener derecho a cargos en la comunidad, decidir nuestra palabra y que se respete, ejercer nuestro derecho a estudiar.


La ley consta de 10 artículos que son vigentes y van directo a desarmar el orden patriarcal que vivimos.


Las mujeres hemos y estamos buscando alternativas y aprendiendo de otras para construir caminos de paz, garantía y protección de derechos plenos, generar diálogos que nos hermanen para transformar nuestras realidades.


Sabemos que solo con la organización, la conciencia de nuestro papel histórico como mujeres, el reconocimiento de nuestras valías, de nuestros saberes y diferencias, podemos construir entre todas y todos una patria más justa, democrática e inclusiva.


Las mujeres indígenas y sus luchas ejemplares deben recordarse y reivindicarse como enormes esfuerzos y aportaciones a la lucha social. Así, se reconoce que el levantamiento zapatista no fue en enero 1994, sino en marzo de 1993, con la aprobación ante el CCRI (Comité Clandestino Revolucionario Indígena) de la Ley Revolucionaria de las Mujeres.


Ellas fueron siempre la vanguardia, no sin ser criticadas y estigmatizadas frente a la sorpresa y sacudida al sistema racista y patriarcal. Nuestro reconocimiento a la lucha de las mujeres indígenas en mi estado y en México.


Debemos seguir luchando, organizarnos, acompañar y continuar en la consolidación de los derechos de todas, todos y todes; saber que en la agenda de las diferentes luchas de mujeres estamos todas incluidas, buscar la socialización de unas con otras para animarnos a poner sobre la mesa nuestros reclamos, sueños y necesidades.


Nosotras podemos, con valentía y ánimo elevado.


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