Por: Joce Benites
La solidaridad según el sociólogo francés Emile Durkheim, ”no puede ser entendida como un acto dadivoso y altruista. Más bien, esta solidaridad se la comprende como cohesión social, como un elemento que une a todos bajo un principio: el bien común.
Ser solidario no significa, en este contexto, donar ropa para la caridad o aportar en un evento benéfico; para el pensador francés es un principio que va más allá de los pequeños actos y que nos permite encontrar una fórmula para que todos construyan una misma sociedad” (1).
Quizás todos en algún momento hemos brindado nuestra ayuda física o material a causas que lo necesitan, algunas ocasiones orillados por la publicidad o simplemente porque las circunstancias nos obligan, pero lo importante es que se hace.
Recordaremos que desde la escuela nos enseñaron que esta acción es de un alto valor porque nos permite mostrarnos un poco sensibles a las necesidades de las personas que nos rodean.
Hoy día experimentamos la carencia de valores e insensibilidad hacía las personas que nos acompañan por el hecho de creer que no tenemos obligación de tenderles una mano.
Existen campañas e incluso asociaciones de múltiples causas que de alguna manera nos sensibilizan y nos inducen a participar para que las mismas funcionen.
En una sociedad como la que hoy habitamos se requieren acciones de este tipo, sobre todo ahora que se visualiza una constante pérdida de valores que han llevado a la sociedad entera a cometer acciones que poco abonan al bienestar comunitario en el que habitamos.
Por eso no está de más brindar apoyos digamos a pequeños negocios o personas que realizan productos insignificantes a la vista de algunos y hasta caseros, pues con ello además de contribuir a su economía, evitamos que realicen actividades ilícitas o bien que incremente la pobreza en nuestro país.
