Nombrar la depresión: una forma de entenderme
- La Rata

- 10 oct
- 3 Min. de lectura
La depresión no siempre significa no poder salir de casa o estar triste todo el tiempo. Muchas veces, es algo invisible, silencioso, que se disfraza de funcionalidad.

Por: Leticia Vaca
Desde niña escuché la historia del tío Rolando, alguien a quien nunca conocí porque se suicidó mucho antes de que yo naciera. De lo poco que se habla del tema, sé que, tras terminar su relación con su novia —con quien estaba comprometido—, decidió quitarse la vida.
Según lo describe mi madre, el tío Rolando era muy amable, quizá el más bueno de sus cuñados. Alguien a quien me habría gustado conocer.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), advierte que la depresión podría tener un componente hereditario. No sé si sea mi caso, pero probablemente, sí.
Casi a finales de 2023, después de unos meses de terapia psicológica, mi psicóloga me sugirió acudir a una valoración psiquiátrica, porque detectó indicios de depresión. Agradezco las palabras y el tono con el que me lo dijo, porque me convenció de hacerlo, o quizá yo ya lo sabía.
Me refirió a la Clínica Psiquiátrica Dr. Everardo Neumann Peña, un lugar que no puedo describir de otra forma más que horrible. Llegar no es sencillo: está ubicada en la carretera a Matehuala, kilómetro 5, en Soledad de Graciano Sánchez.
Había estado ahí una vez, y mi impresión fue la de un sitio triste, pero ahora iba como paciente, así que el sentimiento era distinto: incertidumbre, quizá miedo. Llegué a urgencias, como me indicaron. Dije que iba a consulta por primera vez. Lo primero que me preguntaron fue si iba acompañada. Respondí que no. Me señalaron un consultorio y caminé por los pasillos de la clínica, que también es un centro de internamiento para pacientes psiquiátricos.
Llené un formulario mientras esperaba, y otra vez me hicieron la misma pregunta: “¿Viene acompañada?”. Respondí que no. Me senté en una de las banquitas del pasillo, conteniendo las ganas de llorar. Esa insistencia en saber si estaba sola, me atravesó.
De una puerta con muchas hojas —como si no se hubiera abierto en mucho tiempo— salió una médica y me llamó. Y una vez más, la misma pregunta.
Del consultorio recuerdo poco: un escritorio, un archivero, y otra puerta por la que se escuchaban voces. Al principio pensé que era una misa, pero después supe que no. Eran las personas en internamiento
La médica se presentó; era residente. Me hizo varias preguntas y lloré mientras respondía. Escuchó con atención y finalmente dijo que mi diagnóstico era distimia: depresión crónica. Que probablemente he vivido con ella desde niña.
Elaboró mi receta, pagué la consulta y salí. En el camino de regreso lloré mucho. No sé si por la soledad, por la reiterada pregunta de si iba acompañada, por el diagnóstico, o porque de pronto todo —los recuerdos, los sentimientos, los vacíos— empezó a tener sentido.
A los pocos días lo hablé con mi psicóloga, con mis hermanas y algunas amistades. Fue liberador poder nombrar lo que me atraviesa.
Regresé un mes después, como me habían indicado. Esta vez me atendió otro médico, también residente. La sala era diminuta, sin ventilación. Tuve que contar todo de nuevo, lo cual me pareció revictimizante, aunque entendí que era el procedimiento por no tener expediente médico. Me indicó continuar con el tratamiento y hacer el trámite correspondiente. No regresé.
Ahí confirmé que no quería esa atención. Busqué otra opción y, afortunadamente, encontré un espacio donde me escucharon con empatía y desde una perspectiva de género. El diagnóstico fue el mismo, pero la forma de acompañar fue completamente distinta.
En el Día Mundial de la Salud Mental, recuerdo esa historia familiar y mi propio recorrido con esperanza. La depresión no siempre significa no poder salir de casa o estar triste todo el tiempo. Muchas veces, es algo invisible, silencioso, que se disfraza de funcionalidad.
Por eso, es urgente mirar con empatía los procesos de las demás personas y los propios. Nombrar lo que duele también es una forma de sanar. Y en mi caso, también escribir.








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