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BALANCE Y REFLEXIÓN SOBRE LA PANDEMIA



Por: Carlos Adrián Caballero @CarlosRodizcab.


El año pasado leí el libro "Modernidad Líquida" de Zygmunt Bauman, quizá la más célebre de las críticas a la posmodernidad, cuando apenas llevaba poco tiempo de que la pandemia llegará a México y nos mandaran a cuarentena.


Una cosa en la que insiste mucho el sociólogo polaco es en el carácter fluido de nuestra realidad actual; como hemos convertido en objetos de consumo, prácticamente todos los aspectos de nuestra vida; nuestra ideología política, nuestro trabajo, incluso nuestras relaciones amorosas, familiares y nuestras amistades. Una vida de consumo y deshecho, pero que no se basta con eso, sino que debe hacerlo de forma cada vez más veloz, una sociedad de culto a la rapidez.


Esta sociedad posmoderna que marchaba a un ritmo cada vez más acelerado, de pronto... se frenó en seco. Un agente natural, algo totalmente fuera del control humano aparece, un virus, y su efecto inmediato es paralizar a una de las grandes potencias. Luego salta al "Viejo continente", ese que siempre mira por encima del hombro al resto, el que veía en países como México a las epidemias como consecuencias naturales de su situación política y económica, pero son tan humanos y están tan expuestos a un virus como cualquier otro, una poética lección de humildad (o al menos eso debía ser). Finalmente, este virus terminó por obligar a los demás países al ostracismo.


La escena posmoderna tiene una irrupción: una amenaza que no distingue entre las exaltadas posturas cada vez más radicales que hoy dividen enormemente a la sociedad. Ni tampoco distingue clase, género, nacionalidad, etc. Un freno a nuestra acelerada vida, un balde de agua fría que demuestra que las cosas no son tan relativas, que la estabilidad es deseable y más si se trata de cosas como la salud.


Empero, esta amenaza tuvo consecuencias positivas que deben mencionarse. Se trata de un peligro, sí, pero uno que encerró a la gente y las puso a la fuerza a convivir con esos seres que decían "importantes" pero que eran accesorios, obligándoles a retomar los lazos más esenciales para la convivencia.


La economía industrial se detuvo, algunos reportaban que las aguas de Venecia estaban limpias, nos dimos cuenta de lo poco que valorábamos cosas que dábamos por hechas; cosas tan simples como ir al cine, asistir a una fiesta con amigos, hasta ir con nuestra pareja a un parque, o ya incluso dar un simple abrazo, aprendimos lo necesarios de esos detalles para nuestra vida. Las cosas positivas de esta situación no son en su mayoría para celebrar, pero sí para aprender.


Con el tiempo, la pandemia también mostró caras muy negativas de ciertos sectores de la población, desde aquellos que negaban la pandemia al principio, a los que ahora predican contra la vacunación. Por otro lado, el freno comentado al principio desapareció, y las cosas volvieron a su veloz cauce anterior e incluso más acelerado, pues el encierro empujo a depender más de lo digital, desde comprar comida hasta conocer gente nueva.


Otro problema, es que en general nunca se aprendió a aprovechar al máximo las ventajas del mundo digital en los ámbitos laboral y académico, en la mayoría de los casos solo se calcaron las prácticas que se hacían en persona a través de videollamadas, desperdiciándose un enorme potencial para optimizar el trabajo y el aprendizaje, y desempeñarse de forma más libre, tanto estudiantes como trabajadores.


Las técnicas para mejorar la labor a distancia están a alcance de un vídeo de YouTube, y sin embargo faltó la disposición y tan siquiera la mínima investigación o curiosidad por ver cómo usar eficientemente las herramientas disponibles. A otros les invadió el estrés, pues se perdía la línea entre la vida personal y el trabajo.


Sí, queremos volver a nuestro statu quo anterior, los conscientes estamos ansiosos por ser vacunados, para así al menos reducir significativamente el riesgo de enfermar gravemente o de contagiar a alguien más. No obstante, sería prudente tomar un tiempo para pensar; hacer una introspección sobre nuestras vivencias en este periodo, reflexionar sobre lo difícil que esta situación fue para los demás, que al final todos somos humanos, y la solidaridad no debe ser pasajera.


"Aprovechen el momento antes de volver a la acelerada, consumista, vacía y deshumanizada normalidad" es un comentario que hice en una de mis redes sociales, ante la respuesta solidaria y la actitud paciente que hubo en general al principio de la pandemia. Queremos estar de vuelta en lo que nos era habitual, pero tengamos presente eso que sentimos cuando nos impusieron el distanciamiento, so pena incluso de perder la vida prematuramente;


La conclusión de esta reflexión es simple: la nueva normalidad puede (y debe) ser mejor que la vieja normalidad.

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