Por: Jazmín Ramírez García
Cada día, en millones de hogares, en todo México existe una mujer "que todo lo puede". Poder con todo, no debería ser normalizado como un acto de afecto normalmente asociado al amor de madres, hermanas, esposas, hijas, amigas, etc.
Para quienes el día comienza temprano, antes de que el sol se asome por la ventana, la dinámica familiar marca el inicio de una jornada llena de responsabilidades. Entre preparar el desayuno y asegurarse de que las infancias estén listas para la escuela; estas mujeres asumen múltiples roles: cuidadoras, educadoras, organizadoras y, a menudo, las primeras en ofrecer un abrazo reconfortante.
Pero su día no se detiene ahí, las mujeres se sumergen en sus profesiones, en las que se espera que sean cuidadosas y dedicas.
El regreso a casa no marca el final de su día, de hecho, es el inicio de otro conjunto de tareas: hacer la cena, ayudar con las tareas escolares, mantener la casa en orden y preparar todo para el día siguiente, porque las mujeres "todo lo pueden".
Es ahí justo ese momento cuando empieza el cansancio y la angustia de pensar, ¿estoy haciendo bien? , ¿seré buena madre? ¿Qué me está faltando? Pero no se puede llorar, ya que mamá "todo puede" y no se debe permitir tambalear.
Estas mujeres rara vez se quejan porque la sociedad ha llevado a asumir que es lo normal y natural y deben "poder con todo".
En una sociedad que a menudo toma el trabajo de las mujeres como algo natural, es vital detenerse a reflexionar en torno a la carga que llevan pues son el pilar sobre el cual se construyen nuestras familias y comunidades.
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