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La Dama del Silencio, la necesidad de la mirada femenina para narrar el crimen real

“La víctima es un perdedor en el duelo por la vida…” Gabriel Regino

Por: María Medrano


Documentar el crimen real desde la mirada femenina fue lo mejor que puede otorgarnos María José Cuevas con La Dama del Silencio: El caso de la Mataviejitas; quienes somos fanáticas de este género sabemos que generalmente los casos se centran en la vida y “obra” de las personas asesinas y que casi nunca abordan otros ángulos de los casos.


En su documental producido por Mezcla y publicado en Netflix, María José Cuevas nos recuerda que además de las mujeres víctimas de la asesina serial hubo otros mártires: las víctimas del sistema de justicia en México, ese sistema que fabrica culpables y que pocas veces otorga verdad y reparación a las y los familiares y personas cercanas de las víctimas del delito.


Este filme busca evidenciar que tras el personaje mítico y aparentemente impune de Juana Barraza Samperio, hubo 49 muertas…y no se queda solo en la cifra, las nombra, nos muestra un fragmento de sus vidas truncadas, los recuerdos que tienen de ellas quienes les extrañan y a quienes les hacen falta.


Y no solo eso, cuestiona, indaga y desnuda a un sistema judicial que “detiene para investigar y no investiga para detener”; un sistema inexperto que por primera vez se enfrentó a un caso de asesinatos seriales y a pesar de todos los elementos de los que se hicieron para resolverlo, fue la casualidad lo que finalmente pareció ayudarles.


“No hay crimen perfecto, pero hay investigaciones imperfectas”, Gabriel Regino.


En el camino para develar quien estaba detrás de los crímenes se armaron culpables: Mario Tablas y Araceli Vazquez, el primero murió en la cárcel sosteniendo su inocencia con una condena por asesinato que, según la investigación, ni siquiera contaba con los elementos suficientes para vincularlo.


El que aún podría tener reparación es el caso de Araceli Vázquez, una mujer detenida un año antes de Barraza Samperio, a la que se le sentenció por un homicidio por el que ya se había condenado a Mario Tablas. Ella ha pasado cerca de 19 años en el penal de Santa Martha Acatitla donde también está Juana Barraza. Araceli, si bien reconoce que fue responsable del delito de robo calificado mantiene firmemente que no asesinó a nadie.


Cómo una ironía, el documental obvia cómo los involucrados en la investigación: Renato Sales, Gabriel Regino y Bernardo Bátiz reconocen que en las investigaciones se comenten errores, pero que se deben corregir, cosa que con Araceli no ocurrió.


La trama, explica además, por qué estos asesinatos convirtieron a Juana Barraza en una leyenda (la propia directora sostuvo en entrevista que cuando fue a conocerla se dio cuenta de que es una celebridad en Santa Martha) a la que se le dedicaron canciones, reportajes y demás, cuestiona esta forma de “glorificación” y aborda el papel del patriarcado en ello.


Nos remite al contexto político que se vivía en la Ciudad de México durante el periodo en el que se cometieron los últimos asesinatos; las pugnas entre los entonces presidente Vicente Fox y jefe de gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, pues este último buscaba la candidatura a la presidencia. 


La presión que enfrentaban las autoridades, incapaces en ese momento, de resolver el crimen no solo era mediática, también política y según Susana Vargas Cervantes, autora del libro “The Little Old Lady Killer”, era una cuestión del imaginario social de las y los mexicanos que perciben en las mujeres adultas mayores a la mujer ideal, “una madre sacrificada y abnegada por su familia”.


Al final, para quienes atestiguamos en vivo el desarrollo de esta historia, podremos (quizá) entender, que mucho de lo que creemos saber de ella está alimentado por ese proceso de convertir los hechos en mitos.

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