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Hasta que la dignidad se haga costumbre


Por: Marite Hernández Correa


Reflexionar hoy sobre los derechos de las mujeres y niñas pareciera para muchos y muchas un lugar común. Sin embargo, es importante y trascendente levantar la voz en todos los espacios de la vida pública y privada poniendo nuestras demandas y agendas al centro de la discusión política y social.


Movilicémonos hoy para romper estructuras de opresión y oprobio para mujeres y hombres, construyamos otras formas de relacionarnos que sean justas, equitativas, armónicas e incluyentes. Sabemos y hemos vivido en nuestras vidas las violencias, hemos acompañado a otras, aprendido y reaprendido juntas a reconocer que las violencias no deben permanecer en nuestras vidas ni en la de nadie. Esto ha implicado dolores sociales que llevamos a cuestas y que es necesario sanar entre todas y todos.


Debemos pugnar por establecer un diálogo continuo, con hombres y mujeres que tengan la capacidad y sensibilidad política, que sientan y analicen que es urgente cambiar el estado de cosas en que hemos vivido las mujeres por siglos, que responde a una visión machista, sexista, autoritaria, androcéntrica y con incesantes violencias, cada vez más sofisticadas para destruir el cuerpo y la vida de las mujeres y de las niñas.


Las mujeres estamos conscientes que necesitamos construir relaciones políticas, sociales, individuales que sean cada vez más colaborativas, encaminadas al bien común, en las que se respete la voz de todos los movimientos, organizaciones y colectivas que luchan por establecer nuevas formas de relacionarnos.


Deben reconocerse los aportes de movimientos feministas y de otros que son la vanguardia, sustentados en el cuestionamiento al sistema capitalista depredador en el que vivimos y en el que se reproducen las injusticias, desigualdades, discriminación, explotación, así como la destrucción del medio ambiente donde quienes más padecen son las mujeres y las niñas.


Debemos tener claridad que nuestra lucha es justa y que debemos, entre todas las personas, ampliar nuestro sentir e incorporar otras causas y movimientos antisistema que busquen una verdadera transformación. Luchar por nuestros sueños es transitar a un mundo de paz y justicia social.


Se necesita que la interlocución tenga que ver con que las autoridades puedan establecer decisiones e incidan en brindar otras formas de hacer y accionar la política. Es decir, empezar por reconocer que no hemos tenido un diálogo, pues pareciera que se nos escucha y ve, pero al final del día resulta ser simulación, acuerdo mediático y político.


Se siguen reproduciendo desde los espacios de poder la victimización y revictimización, las múltiples violencias al no tomar en serio nuestras demandas y sentires. Al final de la jornada, el patriarcado se vuelve más fuerte, pero sabemos que la lucha es cotidiana y no cesaremos en ella.


Requerimos entablar un diálogo horizontal, de respeto, donde sea tomado en todo tiempo la voz de las mujeres para construir pensamientos diversos que nos ayuden a salir de la crisis de violación sistemática de los derechos humanos de todas las mujeres y niñas.

¡Por un 8M combativo, hasta que la dignidad se haga costumbre!

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