Por: Nancy Santiago
Hace unos días viendo las noticias me enteré sobre el asesinato de Angélica María Magnolia Santiago Hernández, una mujer que trabajaba en la construcción; la mataron sus compañeros de trabajo, la enterraron en la obra donde trabajaba y el dueño de la propiedad huyó.
Angélica María tenía 30 años, trabajaba como albañil. El 18 de marzo fue reportada como desaparecida y días después fue encontrada sin vida en la colonia La Joya, Chimalhuacán, Estado de México.
Me dio mucho sentimiento, coraje y tristeza. La historia de Angélica me hizo recordar mi trabajo como arquitecta en la construcción y todas las desigualdades que tenemos que enfrentar las mujeres sin importar el cargo que tengamos.
Por ejemplo, mi última jefa, aunque a ella nunca le faltaron al respeto, los trabajadores no respetaban sus órdenes, porque se molestaban de que una mujer les diera órdenes o les pidiera que hicieran cambios porque estaba mal hecho.
Cuando trabajaba en construcción a veces tenía que acudir a las obras, y aunque me quedarán lejos tenía que ir. Había lugares muy solitarios y me mandaban incluso sin darme un transporte, me tenía que ir en camión o caminando a la suerte de una, pues de que no te pasara nada. Ibas a la obra con el temor de que te fuera a pasar algo en el camino, porque no tenías la seguridad que te tiene que dar un patrón.
En una ocasión me acompañó una practicante, pero normalmente siempre iba sola. A veces las mujeres tenemos que entrar a la construcción, la supervisión o la mano de obra, pero los patrones no tienen esa intención de proporcionarte seguridad.
El caso de María Angélica es un claro ejemplo de cómo a los patrones no les importa garantizar la seguridad de sus empleadas.
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