Charles Chaplin escribió que: más que maquinaria, necesitamos humanidad. Más que habilidad, necesitamos amabilidad y bondad. Sin estas cualidades, la vida es violencia y todo está perdido.
Por: Joce Benites
Tenía la edad, en que se inicia a tener mayor conciencia de todo, a los 30 años piensas más en serio sobre tu futuro y optas cambiar de amistades, centro de trabajo, gustos en general y puntos de diversión. Esa es la edad que yo tenía, cuando decidí tomarme en serio la vida, pero mi salud me obligó a ir más despacio.
Comencé a ponerle seriedad a la vida, me consideraba tan capaz y fuerte que creía tener posibilidades de volar alto.
Hasta el año 2013 me desempeñaba como reportera y conductora en una estación de radio, pero ¡oh sorpresa!, sufrí un derrame cerebral mientras trabajaba, ello, a raíz de una malformación arteriovenosa cerebral que he tenido desde nacimiento, pero que nunca presenté síntomas.
Durante años estuve en tratamiento en neurocirugía, en la clínica 50 de especialidades del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en San Luis Potosí, donde el médico me dijo: “Es muy catastrófico lo que trae ahí, no debe hacer esfuerzos y siempre, procure andar en compañía”.
El especialista me explicó que el problema era corregible, pero me refirió a la ciudad de Monterrey, Nuevo León, para continuar con mi tratamiento. Situación que generó dificultades por el traslado.
En el año 2015, al someterme al tratamiento tuve complicaciones y estuve en estado de coma durante 6 días; llevo ya 8 años recuperándome de las secuelas, puesto que todos los sentidos se me afectaron y el cirujano que me atendía en Monterrey me dio de alta.
Al perder la capacidad de escuchar tuve que aprender a leer los labios y reaprender a hacer mis necesidades básicas como ir al baño, observando, cómo lo hacen las infancias.
La realidad es que he optado por hacer y reaprender todo de las infancias, eso me inhibe de tener vergüenza en público, ya que casi todo se me complica realizar y he tenido que reprender.
Actualmente, camino con andador sin poder sostenerme del todo por falta de equilibrio, lo cual me hace caer con facilidad; tuve una caída y me fracture la clavícula del hombro izquierdo, todo esto a consecuencia de la pérdida del oído, que he logrado recuperar solo un poco con terapias, al igual que el resto de mis sentidos.
Indiferencia en el servicio médico
En septiembre de 2022, por una recomendación que hizo la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), se me realizaron nuevamente estudios y se determinó que todo estaba en perfectas condiciones; pasé a revisión a rayos “x”, después me evaluó un neurocirujano y enseguida fui valorada por otorrinología, hasta yo me sorprendía de la rapidez con que fluía el proceso.
Sin embargo, al llegar a audiología la especialista fue poco humana al deshacer toda la esperanza que inundaba en mi ser y yo solo pude observar que actuaba y se dirigía a mí de mala manera, no pude leerle los labios, porque nunca se retiró el cubrebocas.
Como paciente y persona con discapacidad fui ignorada y tal como escribió Charles Chaplin: Más que maquinaria, necesitamos humanidad
Y más que habilidad, necesitamos amabilidad y bondad. La médica que me atendió estaba acompañada de un residente, me pregunto si también se les enseña a dar malos tratos a los pacientes, porque casi le aventó el aparato con que se revisan los oídos para que él me revisara ¡claro! Después de que ella lo hizo en forma casi ruda.
Según mi acompañante, la doctora dijo: que ya se me había informado desde años atrás que el daño en mi oído era irreversible, debido a que no respondía a las pruebas a las que se me sometía.
Yo no pude entender lo que decía la especialista, pero sí pude percibir su incomodidad y fastidio al momento de atenderme. Intenté sacarle una sonrisa, pero mi acompañante me lo impidió haciéndome señas.
Como acababa de leer a Charles Chaplin mi humor era de lo mejor y aun después del escenario fui cortés y me despedí de la especialista sin que esta me dirigiera siquiera una mirada.
Fue hasta que llegué a casa, cuando mi acompañante a través de un mensaje de texto me informó de las palabras textuales de la doctora, por supuesto poco amables y alentadoras.
Entiendo que la demanda en el IMSS está saturada, pero me gustaría que se tratara como se desea ser tratado, hay que tomar en cuenta que los servicios de la institución son demandados por distintas necesidades que aquejan a las y los usuarios y no por simple necedad.
Aunque en ocasiones me he sentido enredada por mis problemas, me detengo con la ayuda y palabras de mis allegados y retomo fuerzas para alentar a quienes se encuentran en peores condiciones que las mías, ya que no podemos transitar divididos en este mundo.
En un hospital debiera suceder lo mismo, porque aunque un médico busque muchas evidencias para dar un diagnóstico al paciente, en ocasiones solo basta un trato digno y una palabra de aliento.
Al ver que el panorama es difícil para mi persona y con asesoría de la CEDH solicité la restitución del daño a través del pago económico, pero se me negó.
Un proceso largo y desgastante
El proceso ha sido largo y muy desgastante, pero ello no me ha robado la esperanza de recuperarme, hasta el momento he luchado con lo que tengo, y después de haber sobrevivido a un estado de coma he aprendido a apreciar cada parte y función de mi cuerpo.
He leído que la buena actitud en cualquier área es indispensable y aunque he sido testigo y parte de lo contrario a lo largo de todo este tiempo, nada me ha frenado.
También he leído tantas y tantas historias de personas que a pesar de alguna discapacidad han logrado cosas extraordinarias y no me cabe la mínima duda que yo también puedo lograr lo que me proponga.
Ciertamente, muchas personas poseen todos los miembros de su cuerpo en excelentes condiciones, pero poco los utilizan en beneficio de quienes los rodean, en cambio, se hunden en la angustia y desesperación por cosas intrascendentes como no tener la ropa, coche o cualquier objeto de moda, hay quienes están sumamente preocupados por divertirse y amontonar cosas a costa de lo que sea, se olvidan de vivir y asombrarse de cada detalle a su alrededor.
Ahora que soy sorda y tengo poca movilidad, valoro mucho más mi vista porque me ha permitido ahondar sobre lo que me interesa, situación que poco hacía cuando mi cuerpo funcionaba en su totalidad.
"Parece una chiquilla", me dijo en una ocasión mi sobrina, porque de todo me asombro, es decir, para mí, casi todo es una novedad y parece que mi infancia se congeló, tengo muchas ocurrencias y todo se lo debo a los libros que nunca faltan en mi bolsa.
Sí, soy muy infantil, pero esa siempre ha sido mi esencia y aunque los problemas nunca faltan, aún me queda el ánimo para hacer más ameno el momento.
Sin duda, la situación es difícil, al igual que mi futuro es incierto, pero no me quedaré tirada en el frío suelo, atrapada por la frustración de no escuchar; es más probable que me siente a contemplar el cielo y rogar a mi ser supremo que es quien tiene la última palabra sobre mi salud.
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