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8M, las calles son nuestras 


Por: Regina Arellano  


El 8 de marzo marchamos casi 10 mil mujeres en la capital potosina. Niñas acompañadas de sus madres, adolescentes, jóvenes, adultas, mujeres de la tercera edad, mujeres con discapacidad. 


Mujeres, esa es la palabra, en plural, porque somos diversas. Y en nuestra diferencia encontramos objetivos en común por los cuales marchar: el alto a los feminicidios, a la violencia de género, la despenalización de la interrupción del embarazo, el alto al acoso callejero, laboral, al abuso sexual, violaciones, a la impunidad en contra de nuestros agresores. 


La cita en Plaza de Armas,  desde las 4 de la tarde comenzaron a llegar colectivas, organizaciones civiles, grupos de amigas, compañeras, hermanas, listas para nuestro grito de lucha. 


Se encontraban mujeres haciendo música, bailando, buscando a sus amigas y riéndose, felices al encontrarlas. Se notaba la emoción de marchar juntas por nuestros derechos, de gritar en las calles, al mundo, sobre nuestras dolencias, exigencias.


Y aunque los motivos por marchar son dolorosos, se respiraba en el aire emoción, compañerismo, cariño y alegría por estar juntas, por protestar. Felices al vernos reunidas, en manada, miles de nosotras. 


Llevábamos ropa negra, verde, morada. El verde que simboliza el derecho al aborto, el morado que simboliza la lucha feminista. 


La movilización comenzó poco después de las 5 de la tarde, y las consignas retumbaron en las paredes del centro histórico de San Luis Potosí: “Mujer escucha, esta es tu lucha”, “Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”, “Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo”, “No estás sola”, “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía. El violador eres tú”.


Por otro lado, las pancartas transmitían mensajes específicos, discursos que abarcaban lo que las consignas gritadas no alcanzaban. Desde mensajes en tono cómico hasta denuncias y confesiones de abuso recibido. Mensajes emotivos, empoderantes. 


Hubo dos paradas donde se realizó el acto de iconoclasia, es decir, la forma de protesta que busca marcar o destruir símbolos con un fin en específico.


En el caso de la Fiscalía General del Estado de San Luis Potosí fue el de denunciar los casos de impunidad; frente al Edificio Central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) se protestó por los casos de abuso sexual y acoso de profesores y alumnos hacia las mujeres estudiantes y profesoras de la institución. 


El bloque negro hizo pintas con graffiti, quebraron las ventanas y los faroles del edificio de la universidad, además de prenderle fuego a la puerta del edificio y retirar una placa, mientras todas las demás gritaban en apoyo: “Sí son formas”, “Sí me representan”, “Fuimos todas”. 


Una forma de protesta tangible y legítima ante el dolor que provoca la impunidad de los agresores y las injusticias que nos atraviesan. 


La destrucción o intervención de símbolos que representan a instituciones que no nos protegen, es justa y necesaria. 


La marcha terminó en Plaza de Armas donde todo comenzó. Ya oscurecía y nos pedíamos unas a otras el cuidarnos de regreso a casa, el avisarnos que llegamos bien. 


Porque la violencia y el acoso siguen allá afuera, fuera de nuestros espacios, pero al menos pudimos crear un momento, una zona de seguridad y confianza. Y aunque no siempre nos encontremos concentradas en un mismo lugar, gracias a la marcha sabemos que somos miles allá afuera, miles que portan el pañuelo feminista, miles que sí nos van a creer, que sí nos van a proteger, que sí nos van a acompañar y defender.






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