Por: Marite Hernández Correa
El quid de la cuestión es la soberanía energética, entendida esta como el poder que debe tener el pueblo, las comunidades, para decidir sobre los asuntos que les afectan, para hacer política cotidianamente[1]. Asimismo, dichos autores dejan asentado que para la soberanía de los pueblos, la soberanía energética es que todas las personas tengan el derecho al acceso a las energías en condiciones dignas y en cantidad suficiente y equitativa.
Me parece que en México la discusión de la Cámara de Diputados se centró en dos posicionamientos claramente definidos: uno donde se pretende o se quiere seguir teniendo el control sobre el tema energético por las grandes trasnacionales y empresas nacionales y, desde mi consideración, seguir con el saqueo y el despojo de nuestra Nación. El otro posicionamiento está más encaminado a la defensa de la soberanía nacional, que implica entre otras cosas, democratizar las decisiones fundamentales en el tema y la defensa de nuestros recursos y naturaleza, desde una perspectiva de los derechos humanos.
Sabemos que la cuestión es de gran influencia para la vida en los países, ya que los energéticos son la base de todo el desarrollo capitalista actual, pero también base fundamental de la vida diaria para la población: en el hogar, el transporte público y privado, incluso en las comunicaciones por celular. Todo se mueve con la energía, en todos es necesaria la Electricidad, el Petróleo y el Litio.
Es importante sacar el tema de las oficinas gubernamentales y llevarlo a la plaza pública, a la opinión del ciudadano, a la discusión académica. Considero que así deben ser tratados estos temas en una sociedad democrática y madura, ya que las decisiones que se tomen tanto en las iniciativas del Poder Ejecutivo, como en el Congreso Federal nos afectarán.
Cuando en el 2013 se lleva a la Cámara de Diputados la Ley de Reforma Energética, propuesta por el entonces presidente Peña Nieto, y aprobada con base en sobornos en la Cámara de Diputados, fue una clara muestra de cómo se hacían las cosas y los negocios en la cúpula, los partidos políticos defendían sus intereses grupales y monetarios, ignorando la oposición de miles de ciudadanos y ciudadanas que se manifestaron en las calles, en los medios académicos y políticos, quienes veían en ese acuerdo una entrega desmedida de la soberanía del país.
Violando nuestra Constitución, se entregaron grandes bloques del territorio, del suelo y subsuelo nacional, comprometiendo la soberanía nacional, en abierta traición a la patria y a todos los mexicanos, como se hizo con la mencionada reforma y como anteriormente lo había hecho Felipe Calderón al entregar en concesión medio país a los empresarios mineros nacionales y extranjeros. Esto fue el auge del Neoliberalismo, que demostró y ha continuado demostrando su fracaso como sistema de desarrollo, el cuestionamiento es: ¿qué tipo de desarrollo y para quién o quiénes es dicho desarrollo?
Con una visión empresarial y tecnócrata, creando una brecha enorme de los que tienen todo, y la mayoría del pueblo sobrevive en un sistema expoliador de la mano de obra y de nuestros recurso naturales, haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Por eso decimos que es un sistema deshumanizado, que tiene que cambiar para lograr otra dirección y lograr condiciones dignas para todos, todas y todes. A eso se encamina la nueva política del gobierno de la 4T, a recuperar la soberanía perdida que los gobiernos conservadores entregaron al extranjero, violentando la voluntad popular.
Cuando el 27 de septiembre de 1960, el entonces presidente Adolfo López Mateos nacionalizó la industria eléctrica, ya preveía que en el futuro no faltarían los vende patrias quienes, respondiendo a intereses mezquinos de empresas extranjeras y privadas, podrían poner en riesgo lo que por derecho al pueblo le corresponde y, como acabamos de ver en la Cámara de Diputados, no se equivocaba.
El litio no es un mineral más, sino un recurso estratégico con la misma importancia que durante más de un siglo ha tenido el petróleo. Que nuestro país sea uno de los pocos favorecidos con reservas aprovechables de este recurso supone la oportunidad de emplearlo como palanca para el desarrollo y para hacer posible que la transición hacia fuentes de energía menos contaminantes se realice en términos soberanos. Por el contrario, liberar este recurso a la lógica del mercado dejaría el futuro nacional a expensas de las fuerzas de la oferta y la demanda, así como inerme ante las veleidades de las grandes corporaciones, cuya prioridad es y será siempre la maximización de sus utilidades[2].
Estos temas históricamente se han tratado a nivel cupular entre políticos y los representantes de grandes empresas dedicadas a producir energía, así mismo, siempre se nos ha querido mostrar como un tema muy especializado, alejado de la discusión popular. Es importante involucrarnos como ciudadanos, pues son temas fundamentales que afectan nuestra cotidianidad y economía.
Con la nacionalización del Litio, la defensa de la Comisión Nacional de Electricidad, el rescate al sector Petrolero y la revisión de las concesiones mineras entregadas a las empresas extranjeras, construiremos mejores posibilidades para el pueblo y las futuras generaciones.
[1] “Definiendo la Soberanía energética”. Posición elaborada en marzo del 2014 por Pablo Cotarelo (Ecologistas en Acción), David LIistar y Alfons Pérez Observatori del Deute en la Globalització), Alex Guillamon (Entrepobles), María Campuzano (Enginyeria Sense Fronteres) y Lourdes Berdié (Multireferéndum). Todo/as ellas en el marco de la construcción de la Xarxa per la Sobirania Energética. Así mismo Soberanía energética puede definirse, como los autores citados lo hacen “es el derecho de los individuos conscientes, las comunidades y los pueblos a tomar sus propias decisiones respecto a la generación, distribución y consumo de energía, de modo que estas sean apropiadas a las circunstancias ecológicas, sociales, económicas y culturales, siempre y cuando no afecten negativamente a terceros”. [2] Presidente Andrés Manuel López Obrador, Periódico La Jornada 3/02/2022.
Las opiniones vertidas en esta columna son responsabilidad de su autor y no reflejan la ideología de La Alcantarilla.
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