Por: Wendy Jiménez Bolaños
Como sabemos, uno de los principales propósitos de año nuevo es bajar de peso, a través de ejercicio, dietas y hasta intervenciones quirúrgicas, pero ¿Cuál es el trato que nos damos para alcanzar ese propósito? ¿Las dietas rigurosas, las prohibiciones de comida y las jornadas extenuantes de ejercicio, valen la pena para “alcanzar nuestra mejor versión”?
Los “cuerpos perfectos”, que cumplen con los estándares de belleza impuestos por la sociedad, como ser extremadamente delgadas, abdomen plano, tener piernas y brazos torneados. Muchas veces se obtienen a través de una exigencia que nada tiene que ver con disfrutar de nuestros cuerpos, al contrario, pareciera que es una guerra declarada contra nosotras mismas.
Hacer ejercicio es mucho más que un ideal físico, tiene una serie de valores asociados que van desde la salud, la disciplina, el autoestima, hasta el tiempo que nos dedicamos a nosotras mismas. En un país como México, tener la posibilidad de realizar alguna actividad física, se ha convertido en un privilegio al que pocas mujeres tenemos acceso.
De acuerdo con el “Módulo de práctica deportiva y ejercicio físico” 2023 del Inegi, sólo el 35.6% del total de mujeres del país hacen ejercicio, en comparación con el 49.5% de los hombres. Algunos de los factores obedecen a que las mujeres dedicamos alrededor del 56% de nuestro tiempo a trabajo doméstico, cuidados, crianza y otras labores no remuneradas, señala la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
Cumplir con los “estándares de belleza” nos impide ver que el ejercicio es más que un medio para alcanzar un tipo de cuerpo. Es tiempo de permitirnos vivir nuestros cuerpos en actividad sin castigos, sin culpas, sólo con atención a nuestro movimiento, sintiendo nuestros músculos, nuestra respiración.
Descubrir el potencial de nuestro cuerpo, disfrutar de él, priorizar nuestra salud por encima del peso ideal, de las tallas de ropa y de la belleza, es una manera de deconstruir los propósitos de año nuevo, que colocan a las mujeres en un lugar de castigo y prohibiciones.
Llevar una práctica deportiva compasiva requiere reconocer que no necesitamos cumplir con los estándares de belleza impuestos por la sociedad para obtener nuestra “mejor versión”, que merecemos un trato amable, compasivo y amoroso, y que, el amor propio y el bienestar no viene envuelto en culpa y dolor.
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