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Los malos tratos hacia las mujeres en México, urgente prioridad en la agenda pública de género

Con amor y respeto para Lupita, Norma Angélica, América, Adriana, Fátima, Berenice, Leylani, Griselda,  Lizbeth, Jimena.  Por conocerles y saber que nos tenemos y que no estamos solas.  

Por: Marite Hernández Correa


Pese a los enormes avances legislativos, y todo un andamiaje jurídico, en favor de los derechos de las mujeres y las niñas, seguimos teniendo una deuda histórica en el avance y reconocimiento pleno de nuestros derechos.


Hoy necesitamos reapropiarnos y defender nuestra dignidad como sujetas históricas, es decir, reconocer que somos poseedoras de dignidad humana y respeto irrestricto a nuestra integridad física, psicológica, emocional.


Reconocernos como personas dueñas de historias de lucha, de organización, de movimientos sociales que han reivindicado derechos y libertades, para que en pleno siglo XXI, gocemos de los derechos, así mismo, reconozcamos que hay obstáculos reales que impiden que los ejerzamos con libertad, uno de ellos son las violencias sistemáticas hacia nuestros cuerpos y libertades. Empoderarnos de nuestros derechos como la educación, salud, trabajo y cultura, serán herramientas que nos fortalezcan y nos brinden nuevas posibilidades justas para seguir sembrando rebeldías y gritar que nos asiste un derecho a vivir una vida libre de violencias, que luchamos por construir relaciones armoniosas y con paz.


Por tanto, saber que tenemos derechos y que debemos defenderlos, difundirlos, emanciparnos de los yugos que nos oprimen, que podemos ejercer nuestras libertades, que es nuestro derecho y que tenemos redes de apoyo para salir del círculo de la violencia, convencernos a nosotras mismas que nunca hemos estado solas.


Así como participar de manera activa en la vida social y política, seguir en la defensa de nuestros derechos colectivos, por tanto, será necesario recordar en esta participación un tema vigente y urgente en la agenda de género como una prioridad, la idea es obtener conocimientos e innovar en estrategias que permitan reconocernos primero distintas, pero iguales; que nuestras aportaciones, historias y especificidades enriquecen nuestra organización; nuestros saberes y conflictos son eje fundamental para comprendernos. Esto nos permitirá reconocer, cuando nosotras mismas estamos siendo sujetas de violencias, que ayudarnos a nosotras mismas y a otras es una obligación moral, cívica y profesional que debemos fortalecer.


En estos casos el Estado y la sociedad somos corresponsables de ir impulsando cambios significativos, implementar desde el poder, políticas públicas que incidan en un cambio cultural de cero violencias, que hoy seguimos padeciendo mujeres y niñas.


Revalorar dichas historias con nombre y apellidos, reivindicar y no olvidar a las mujeres luchadoras por el sufragio femenino o por el acceso a la educación de las mujeres, a la libre manifestación de ideas, a las mujeres que lucharon por jornadas laborales justas, a las mujeres que lucharon y siguen luchando por conservar sus tierras y territorios, por las madres de sus hijas e hijos desaparecidos, por las víctimas de feminicidios, las que luchan y propugnan por que las leyes de cuidado se apliquen y sean una realidad, todas estas luchas nos fortalecen y nos permiten seguir luchando y organizándonos para dejar huellas sociales, que implica mejores condiciones para las futuras generaciones en todos los aspectos de la vida.


Los malos tratos siguen siendo el tenor en nuestros espacios más cercanos, estos pueden traducirse la mayoría de las veces en  insultos, indiferencia, desprecio, chantajes, amenazas, intimidaciones, humillaciones.


Los instrumentos internacionales como la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW), que entró en vigor en México en 1981, menciona que los Estados parte deben incorporar la perspectiva de género en todas sus instituciones, políticas y acciones con el fin de garantizar la igualdad de trato, es decir, que no exista discriminación directa ni indirecta de la mujer, así como mejorar su situación de facto, promoviendo la igualdad sustantiva o la igualdad de resultados, dicha Convención es considerada la Carta Internacional de los Derechos de la Mujer.


En 1998 se ratificó por México la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, Convención Belém do Pará, que establece por vez primera el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia. Es decir, que en el devenir histórico, son temas recientes en su instauración jurídica, pero añejos en nuestra realidad social, para ir transformando conductas, hábitos y acciones, que tenemos introyectadas como normales en el trato, por tanto es necesario apropiarnos de estos dos grandes instrumentos que son nuestros referentes de lucha en materia del derecho internacional de los derechos humanos a favor de las mujeres y de las niñas.

 

Así mismo, está la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, una ley paradigmática que visibiliza las violencias, es decir, logra nombrar las cosas por su nombre, como los tipos y modalidades de violencias es una afrenta para el sistema patriarcal, machista y misógino en el que hemos crecido. La violencia hacia las mujeres se traduce en tipos que son psicológica, económica, sexual, patrimonial, y sus modalidades: feminicida, familiar, digital o mediática, política, laboral y docente, en la comunidad, institucional, familiar. Los casos de violencias son tan específicos que las personas servidoras públicas que atienden están obligadas a tener una sensibilidad y tacto humano y seguimiento de sus particularidades, para ser atendida desde su primer contacto con apego a lineamientos éticos y buen trato, poder brindar la atención y referencias adecuadas, con la finalidad que la persona víctima recupera su dignidad y podrá contar con herramientas y asesoría que les brinden otras alternativas, por tanto estamos obligadas a seguir capacitándonos y certificándonos en el campo de atención a las mujeres víctimas de violencias, para  brindar un trato humano y justo.


Estamos obligadas a seguir construyendo una conciencia que implique que somos sujetas de cambio y transformaciones, ser conscientes que cargamos historias y narrativas que debemos revalorar para nosotras mismas, las historias de nuestras abuelas, bisabuelas, madres, que en su mayoría fueron sojuzgadas, violentadas, discriminadas, sin acceso a la educación, mucho menos a la justicia, y otros derechos que siempre les fueron negados por el hecho de ser mujeres. Sabedoras y portadoras de sabidurías y resistencias,  somos valientes, poderosas; enfrentemos juntas nuestro devenir histórico, con humildad y sororidad.

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