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La gran diva de la ópera.


Por: Alejandra Cruz.


María Ana Cecilia Sofía Kalogeropoúlou, mejor conocida como María Callas, nació el 2 de diciembre de 1923, en un hospital de Nueva York, mientras caía una fuerte nevada en la ciudad.


Dotada de una voz proverbial y considerada la cantante de ópera más imponente del siglo XX, el éxito de Callas no solo radicaba en su excepcional voz, sino también en su versatilidad como intérprete, a la hora de realizar las más diversas representaciones. Aunque su papel más importante, aquel que terminó por marcar su destino, fue el de “la Callas”.


“Hay dos personas dentro de mí. Me gustaría ser María, pero también está la Callas, de quien debo estar a la altura. Así que lidió con ambas como buenamente puedo.”


Trascendiendo de la ópera a un personaje de la prensa internacional, convirtiendo su vida personal en parte de los escenarios.


Hija de emigrantes griegos que habían llegado poco meses antes a la ciudad, George, su padre, estableció un pequeño negocio, cambiando su impronunciable apellido por el de Callas. Su madre, Evangelina, que aquel mismo año había perdido a su hijo Vasili, de tres años, en un principio se negó a verla y tardo en darle un nombre. Finalmente, fue bautizada en 1926, en la iglesia griego- ortodoxa de Nueva York.


Evangelina cuenta en su libro “My daughter María Callas”, que cuando la pequeña María contaba con solo 4 años y cantaba con las ventanas abiertas, las personas en la calle detenían sus coches sólo para escucharla.


A la edad de seis años, María sufrió un evento sobrecogedor al entrar en coma durante 22 días luego de sufrir un golpe de parte de un coche y ser arrastrada varios metros. Durante todo aquel tiempo, María aseguró escuchar extrañas melodías y su madre afirma que después del accidente, el carácter de su hija cambio drásticamente, convirtiéndose en alguien obstinado y rebelde, un rasgo que ya de adulta la haría famosa.


En los siguientes años, sus padres se separaron y en 1935 María regreso junto con su madre y hermana a Grecia. Firme con su sueño de convertiste en cantante, Callas acudió al Conservatorio Nacional en Atenas, y tomó la decisión de cambiar su fecha de nacimiento ya que la edad requerida por la institución era unos años mayor. De este modo, logró tomar clases de la conocida soprano española Elvira Hidalgo, la cual se convirtió en un personaje importante en su vida.


Pero no fue hasta el 2 de abril de 1936, cuando interpretó el papel de Santuzza de la ópera Cavalleria Rusticana de Pietro Mascagni, que comenzó su brillante carrera.


Sin embargo, a la edad de 23 años, María sufrió una decepción al tener poco éxito en su representación de la Gioconda y comenzó a pensar en abandonar su carrera de cantante y dedicarse a otra profesión. Entonces apareció Giovanni Battista en su vida, y se convirtió en su mecenas, costeando más clases de canto, creyendo fielmente sus facultades artísticas.


Más tarde, en 1949, Giovanni y María se casaron; y los frutos del trabajo de la Callas se hicieron presentes con su interpretación de la protagonista Norma de Bellini en Florencia, considerada por los críticos como su obra magistral, y consagrándose como la gran soprano de su generación y una de las mayores del siglo.


A partir de este momento, comenzaron sus mejores años como cantante y recibió el título de “La divina”.


Pero nada la prepararía para los eventos siguientes; en 1957, durante una recepción, conoció a Aristóteles Onassis, multimillonario griego, dueño de poderosas compañías navieras. Onassis eran un conquistador que poseía un carácter fuerte y extrovertido, y en poco tiempo, la pasión surgió entre ellos.


A pesar del éxito y la fama, su vida personal distó mucho de ser afortunada, su matrimonio con Giovanni se rompió al cabo de diez años y en el mes de noviembre, en el tribunal de Brescia, María obtuvo el divorcio e hizo oficial su relación con Onassis, el gran amor de su vida.


Sin embargo, su relación no le aportó felicidad ni estabilidad, y en la década de 1965 anunció que se retiraba de los escenarios a consecuencia de su frágil salud, y el día 5 de junio de este mismo año, cantó su última ópera en un escenario: Tosca, en una gala a la cual asistió la reina Isabel ll.


Pero lo peor llegó, cuando, en 1968 Onassis la abandonó y tiempo después él tomó la decisión de casarse con Jackie Kennedy, viuda del presidente de Estado Unidos.

“No debo hacerme ilusiones, la felicidad no es para mí. ¿Es demasiado pedir que me quieran las personas que están a mi lado?”.


Su vida fue una auténtica tragedia griega; la traición de su gran amor le rompió el corazón y en 1970 se corrió el rumor de que Callas acudió de urgencia al hospital, luego de ingerir una sobredosis de somníferos.


Pero no fue hasta el día 16 de septiembre de 1977, que su corazón se detuvo para siempre. Firme creyente del destino terminó muriendo <<sola, perduta, abbandonata>>, como la canción de Puccini.


Sin dudas, la Callas fue una artista irrepetible. En una época en que la ópera parecía estar en declive, ella devolvió a los antiguos libretos la frescura y el encanto originales.

“Es terrible ser María Callas, porque significa pasarse la vida intentando entender algo que en realidad es incomprensible.”


Su personaje y vida fueron míticos, dentro y fuera del escenario.

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