Por: Marite Hernández Correa
El tema que nos ocupa es uno de los resabios que cargamos socialmente como uno de los actos cotidianos de violencias que parecieran imperceptibles, sutiles, pero que se pueden volver sumamente graves para la tranquilidad emocional, física y mental de las personas que lo atraviesan; es una afectación al mundo colectivo, ya que, se vuelve una afrenta a todos y todas, pues somos parte de un todo social, susceptibles de vivirlo: estamos hablando del hostigamiento y acoso sexual.
Decimos algunas veces en pláticas de cafés, de familia, entre amigas, entre amigos, las relaciones humanas, “son complejas”; aunque nos aferramos a construirnos y deconstruirnos, como seres humanos y humanas, hijas, hermanas, cuidadoras, madres, trabajadoras resilientes, empoderadas, luchonas e inteligentes.
En la cotidianidad, las experiencias de cada una de las mujeres son trascendentales en el desarrollo de nuestro actuar, en las distintas facetas donde nos desenvolvemos, decimos, el “hilo es muy delgado”, “se trata de un tema difícil”, “yo mejor ni me meto”, “que cada quien arregle sus asuntos”, “para que nos metemos, son adultos”, “se lo busco”, “él es así, bromista”, “él siempre ha sido así, desde que lo conozco”.
Es decir, vamos normalizando las violencias, las discriminaciones, el patriarcado, el machismo, justificando y aceptando aguantar de manera estoica comentarios discriminatorios o violentos, de nuestras capacidades o la vida personal, de nuestros ascensos, descensos o rompimientos; que tenemos que guardar silencio, “así es esta sociedad, no podemos hacer nada”, “si quieres seguir en la política, tienes que ir con fulano o zutano, pues son ellos los que manejan todo”, “si no pues así te quedarás excluida”, ”así son los trabajos, hay que soportar todas estas situaciones”.
Normalizamos los malos tratos, las palabras ofensivas, las risas burlonas, discriminatorias, las acciones, para seguir permaneciendo en los trabajos, en los espacios públicos, en la academia, en la familia, en la sociedad.
Los procesos de cambio cultural son lentos, e incluso, cuando pensamos que hemos avanzado en la conquista de libertades hay retrocesos, cuando pensamos que las leyes pueden aminorar los conflictos, resulta que dichas leyes quedan caducas frente al desarrollo social.
Sin embargo, la consigna será la resistencia, la organización, alzar y sacar la voz, y seguir construyendo redes de apoyo donde nos brindemos la posibilidad de romper esos viejos patrones que nos atan a una cultura llena de violencias, injusta y discriminatoria que padecemos todos los días.
Hablar del hostigamiento y acoso sexual, y a su vez entrelazarlo con las reflexiones feministas, que tiene que ver con ir arrancando de raíz, las desigualdades de género, las violencias y las discriminaciones, es pertinente hoy en día, pues dichos conflictos, hablando de experiencias o situaciones específicas, nacen de esas desigualdades y relaciones de poder patriarcales y la opresión de las mujeres por los hombres, del avasallamiento de una estructura sociopolítica opresora de las libertades, de nuestros cuerpos, nuestras emociones y decisiones. Es una cultura ominosa que impide que las mujeres y las niñas logremos todos nuestros potenciales, y que nuestras vidas y voces sean respetadas.
Es urgente incorporar dichas narrativas liberadoras en nuestras relaciones y actuar de manera emancipatoria, rebelde, pues se busca transformar las estructuras sociales y culturales que perpetúan la desigualdad de género, donde las mujeres seamos sujetas de derechos y no objetos, y así reivindicar cada día nuestro derecho a vivir una vida plena, gozosa, para vivir en paz. Vivir una vida libre de violencias es nuestro derecho humano.
Así, el hostigamiento y acoso sexual, como muchos conceptos que nos ayudan a entender la realidad, son construcciones sociales que surgen de la necesidad de un cambio, de romper moldes. La función de los conceptos tiene que ver con nombrar lo que por siglos ha sido invisibilizado, naturalizado, por tanto hay resistencias, pues dichos conceptos intentan nombrar las cosas que no se ven y como sociedad, en incesantes cambios, son necesarios.
Para explicar la realidad, el concepto es producto de un proceso de reflexión para que exista un cambio, por tanto el hostigamiento y acoso sexual, tienen esa finalidad, romper estereotipos, roles, y parte de la construcción de esos conceptos es que son aquellas formas de violencia de género que se producen en espacios laborales, educativos, sociales, entre otros, y que tienen como objetivo intimidar, humillar, degradar o vulnerar la dignidad de la persona a través de comportamientos o acciones de naturaleza sexual no deseados y repetidos.
El hostigamiento sexual se refiere a conductas de naturaleza sexual no deseadas, que pueden incluir acercamientos físicos, comentarios y gestos obscenos, tocamientos no consentidos, insinuaciones sexuales o proposiciones, entre otros, que crean un ambiente intimidatorio y humillante para las personas afectadas; por su parte el acoso sexual, es una forma más grave de hostigamiento sexual y se caracteriza por la existencia de una relación de poder desequilibrada, en la que una persona abusa de su posición de autoridad para ejercer presión, chantaje, amenaza o violencia física o psicológica con fines sexuales. Puede darse en el ámbito laboral, educativo o en cualquier otra situación en la que exista una relación de poder y subordinación.
Ambas violencias tienen consecuencias negativas en la salud física y mental de las personas afectadas, y de sus familias, pues, pueden llegar a generar efectos graves como la pérdida del empleo, la dificultad para acceder a oportunidades educativas o laborales, puede incluir ansiedad y depresión, dificultad para conciliar el sueño, cambios de humor, miedos incesantes, sentirse menos valoradas o capaces, baja autoestima, por las reiteradas acciones acosadoras o de hostigamientos, inseguras en los espacios laborales, escolares o incluso deportivos, en situaciones graves, hasta el suicidio.
El acoso sexual y el hostigamiento sexual pueden tomar muchas formas, comentarios, chistes con connotaciones de discriminación o sexuales, insinuaciones sexuales, tocamientos no deseados, acoso virtual a través de redes sociales. Es importante que las instituciones tomen medidas para prevenir y combatir el acoso sexual y el hostigamiento sexual en el ámbito laboral, como establecer políticas claras de tolerancia cero hacia estas conductas, capacitar a su personal sobre el tema y establecer protocolos para atender y denunciar los casos de acoso y hostigamiento.
Además, es importante que se fomente una cultura de respeto, equidad y tolerancia, para que todas las personas puedan trabajar en un ambiente seguro y libre de violencia sexual
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2020 se registraron más de 11 mil denuncias por hostigamiento sexual y casi 5 mil por acoso sexual en el país. Sin embargo, la mayoría de los casos no son denunciados debido al miedo a represalias, la falta de confianza en las autoridades y una cultura del “nunca pasa nada”, es decir, de impunidad.
Es importante mencionar que dichas consecuencias no son exclusivas de las mujeres y que cualquier persona puede vivirlas en distintas dimensiones dependiendo del contexto del acoso u hostigamiento que se padezca. Estamos obligadas y obligados como servidores públicos, como autoridades, como sociedad a generar estrategias de autocuidado, legales y sancionatorias donde los hechos no queden en la total impunidad.
Sabemos que igualmente hay que respetar la presunción de inocencia, el debido proceso, pero sobre todo, creer a las víctimas y, según el caso, buscar medidas de protección y todas las acciones legales y psicológicas que cuiden el espacio vital de las mujeres y de las niñas.
Desafortunadamente en los espacios de la vida laboral, médica, empresarial, institucional, el hostigamiento y acoso sexual son un problema y los perpetradores pueden ser colegas, superiores jerárquicos, pacientes y sus familiares.
Además, las víctimas suelen ser revictimizadas y culpabilizadas, lo que dificulta el proceso de denuncia y sanción de los agresores. Se suelen hacer comentarios,que le restan importancia, cargados de prejuicios, minimizar, invisibilizar las violencias: “Es hombre, fue unas cuantas veces lo que intentó, deberías perdonarlo”, “no denuncies, no tiene caso, nadie hace nada”, “¿no lo provocarías?”, “no fue para tanto”, “yo pienso que no fue nada grave”, “ahora todo es acoso”.
Sabemos que estas conductas afectan a las personas de todas las edades, condición social, género, contexto cultural, personas de la comunidad LGBTQ+, frecuentes en ámbitos laborales y educativos, siguen siendo las mujeres y las niñas, las principales víctimas. Las mujeres universitarias, las adolescentes, las mujeres de pueblos indígenas (1), las niñas son sectores vulnerables ante esta problemática social, y con menor posibilidad de conseguir justicia.
Se necesita la capacitación obligatoria para las y los servidores públicos, funcionarios públicos en áreas de dirección y más altos niveles, pues son ellos y ellas quienes deben implementar acciones y ser ejemplo de propiciar ambientes de cero tolerancia a estas conductas. Implementar difusión, sensibilización y capacitación no bastará para erradicar dichas conductas, será necesario que haya análisis y reflexión de la sociedad para ya nunca más permitirlas o normalizarlas.
Así mismo contar con los mecanismos de atención y denuncia efectivos y confidenciales para las víctimas, la aplicación eficiente de medidas de protección. Estas medidas requieren de un compromiso real por parte de las autoridades y de toda la sociedad para erradicar el hostigamiento y acoso laboral en la administración pública y en todos los ámbitos laborales.
En la actualidad, el hostigamiento y acoso sexual, son temas visibilizados, ya no soterrado u oculto, se han implementado medidas a nivel legislativo, como su inclusión en el Código Penal, se aprobó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que incluye medidas específicas para prevenir, atender y sancionar el hostigamiento y acoso laboral en la administración pública federal y otras instituciones públicas. Así como la creación del Protocolo para Prevenir, Atender y Sancionar el Hostigamiento y Acoso Sexual en la administración Federal, la creación a nivel institucional de los Comités de ética y Prevención de Conflictos de intereses, Códigos de Conducta, así como reglas de integridad para el ejercicio de la función pública.
Pese a todos estos esfuerzos, sigue siendo necesario impulsar cambios profundos que erradiquen dichas conductas.
Desde la perspectiva que todos y todas merecemos un lugar de trabajo digno, es decir, seguro y respetuoso, es importante destacar que la violencia sexual y el acoso en cualquiera de sus formas es inaceptable y deben ser abordados adecuadamente por las autoridades correspondientes.
Todas y todos merecemos un lugar de trabajo seguro y respetuoso, independientemente del género. Además, es importante fomentar una cultura de respeto y tolerancia en todas las áreas de la vida, incluyendo el lugar de trabajo, escuela, empresa, institución.
Seguirá siendo necesario insistir que ningún tipo de violencias debe ser normalizada; todas y todos merecemos vivir en paz, armonía y vivir una vida sin violencias.
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1.-Estudio realizado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) en 2018 encontró que el 43% de las mujeres indígenas en México habían sufrido algún tipo de violencia en el lugar de trabajo, incluido el hostigamiento sexual y acoso laboral, además el 44% de las mujeres indígenas que informaron violencia en el lugar de trabajo dijeron que no recibieron ninguna ayuda o apoyo de las autoridades.
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