Por: Marite Hernández Correa
Según la OMS, “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
Con este criterio quisiera brindar una opinión de la precariedad que podemos vivir las mujeres del derecho al acceso a la salud, no sólo como un derecho humano, sino como uno de los elementos fundamentales para enfrentar los retos sociales, laborales, políticos, económicos y culturales que atravesamos en el proceso de nuestras vidas.
Asimismo, la siempre búsqueda de alternativas que alimenten nuestro espíritu con el afán de soltar creencias, estereotipos, formas arraigadas de violencias y discriminaciones, que son parte de las causas que pueden generan que nuestra salud se deteriore, y de esta manera vayamos acumulando una serie de dolores no sólo físicos, sino emocionales y mentales, donde pensamos que asistir a terapia psicológica, psiquiátrica, o algunas de tantas alternativas de sanación, tienen todavía una connotación negativa.
Considero que en los tiempos tan turbulentos que vivimos, retomar las herramientas que nos propicien bienestar son fundamentales y en específico para las mujeres, desarrollarlas como parte nuestra, para poder enfrentar las vicisitudes de la vida cotidiana, sobre todo saber que hay enfermedades que se pueden prevenir.
Dichas herramientas nos permitirán tratar de encontrar algunas de las razones que pueden obstaculizar nuestro pleno desarrollo como seres humanas.
Como pueden ser algunas emociones, a lo que se le llama saber gestionar las emociones. Y asimismo, hacerlas parte de nuestro desarrollo profesional que nos ayuda a nosotras, pero al mismo tiempo acompañemos a otras mujeres e inclusive compañeros, familia y amigas.
Sobre todo buscar estrategias que nos ayuden a las mujeres a superar las violencias naturalizadas y normalizadas; estereotipos impuestos, roles tradicionales, el amor romántico.
Pero si las mujeres no tenemos el acceso al derecho a la salud como un derecho humano, podemos ser proclives en padecer depresiones, afecciones o enfermedades que pueden acabar con nuestras vidas, es por ello que debemos tomar conciencia que podemos en ciertas etapas de nuestras vidas tomar decisiones que nos ayuden a aligerar la carga de las responsabilidades que nos autoimponemos o que la sociedad nos impone, o que la vida laboral nos exige, como criterios que tenemos que perseguir, sino estamos fuera de la estructura capitalista y cultura patriarcal, que nos impone los roles estereotipados que debemos fungir como mujeres, que nos obliga a comprar las vanalidades y superficialidades con las cuales otros ganan.
Y nosotras quedamos subsumidas a los estándares mercantiles que nos orillan a buscar la supuesta perfección en todos los aspectos de nuestras vidas.
Considero sin afanes soberbios, debemos buscar reconocernos y aceptarnos como lo que somos, mujeres de nuestra época, con nuestras historias familiares y personales, aprendiendo a adquirir altas responsabilidades en el ámbito público, familiar, social y político, y sobre todo sabernos capaces con los pies en la tierra, con humildad.
Pero con convicción firme de buscar un objetivo y defender una forma de pensar libertaria, justa, democrática e igualitaria; que nuestro estar en el planeta, aquí y ahora, responde a que podemos enfrentar el caos que representa la desunión, el duelo, la separación, el desamor, la enfermedad.
Y en la conquista de mejores derechos para todas, todos y todes.
Por tanto, es ahora nuestro momento de defender nuestros derechos y nuestra dignidad como mujeres, con alianzas positivas que nos hagan libres y que reconforten nuestras almas, en agradecimiento, paz y libertad.
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